LA INVESTIGACIÓN
Shereen El Feki, joven investigadora e inmunóloga canadiense, nacida
en Egipto, ha recorrido la región
norteafricana, desde el Cairo hasta Casablanca, para estudiar la evolución de
los comportamientos sexuales. Bien es cierto que su investigación se ha desarrollada durante tres años, aprovechando la apertura generada por la “primavera árabe”. Sus trabajos desmontan punto por punto las
ideas preconcebidas sobre el tema.
EL SEXO NO ERA UN TEMA
TABÚ
No siempre ha sido el sexo un tema tabú en el mundo árabe. Antiguamente,
existía una gran libertad en el mundo árabe. Libertad que se podía encontrar
tanto en numerosos textos eróticos como “Las Mil y una noches” así como en el
Corán y otros textos islámicos en los cuales el tema era tratado con una gran
libertad.
LAS MIL Y UNA NOCHES
Por su parte, “Las mil y una noches” es una célebre recopilación medieval
en lengua árabe de cuentos tradicionales del Oriente Medio, que utiliza en
estos la técnica del relato enmarcado. El núcleo de estas historias está
formado por un antiguo libro persa llamado “Hazâr afsâna” («mil leyendas»). El
compilador y traductor de estas historias folclóricas al árabe es,
supuestamente, el cuentista Abu Abd-Allah Muhammad el-Gahshigar, que vivió en
el siglo IX. Es decir, el esplendor del mundo árabe recogía una tolerancia
hacia el sexo que, posteriormente, desapareció.
EL ORIGEN DEL CAMBIO DE MENTALIDAD
En el siglo XIX, la actitud hacia el sexo cambia. Las expansiones coloniales
francesa e inglesa produjeron su lógica impronta cultural sobre las sociedades
subyugadas. Durante ese período, ambas metrópolis, a la sazón muy
conservadoras, impusieron sus valores. Lógicamente, impusieron representantes
locales afines tanto en lo cultural como en lo económico. Por ello, estas
élites impuestas evolucionaron a la vez que las metrópolis. Toda apertura en
las costumbres metropolitanas se vio reflejada en las élites dominantes en las
colonias. Sin embargo, los procesos de descolonización arrastraron a estos
dirigentes que, generalmente, no eran más que pequeños grupos de privilegiados
alejados del pueblo que deberían representar. Por ende, los movimientos
descolonizadores identificaron a las élites como representantes de la
corrupción tanto en lo económico como en las costumbres occidentalizadas. Esta
identificación estaba plenamente justificada. Por ello, los movimientos
insurgentes pretendían un regreso al momento de su mayor esplendor, coincidente
con la Edad Media. Para Occidente, este momento histórico se asocia a
ignorancia y obscurantismo. Para Oriente, es todo lo contrario.
RECUPERACIÓN DEL GLORIOSO PASADO
Este proceso de retorno a las “esencias” se ha acelerado a principios del
siglo XX. Es más, el enquistamiento del conflicto israelo-palestino ha agotado
la lucha desde los esquemas clásicos de la descolonización. Por ello, ha surgido
otro modelo durante los años 70. Se trata del ascenso del integrismo que ha
provocado la radicalización del discurso político. De este modo, la sexualidad
se ha convertido en un arma de control del Estado y de la familia para las
mujeres y los jóvenes.
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