lunes, 4 de abril de 2016

Sexualidad en el mundo arabe

LA INVESTIGACIÓN
Shereen El Feki, joven investigadora e inmunóloga canadiense, nacida en Egipto, ha recorrido la región norteafricana, desde el Cairo hasta Casablanca, para estudiar la evolución de los comportamientos sexuales. Bien es cierto que su investigación se ha desarrollada durante tres años, aprovechando la apertura generada por la “primavera árabe”.  Sus trabajos desmontan punto por punto las ideas preconcebidas sobre el tema.

EL SEXO NO ERA UN TEMA TABÚ
No siempre ha sido el sexo un tema tabú en el mundo árabe. Antiguamente, existía una gran libertad en el mundo árabe. Libertad que se podía encontrar tanto en numerosos textos eróticos como “Las Mil y una noches” así como en el Corán y otros textos islámicos en los cuales el tema era tratado con una gran libertad.

LAS MIL Y UNA NOCHES
Por su parte, “Las mil y una noches” es una célebre recopilación medieval en lengua árabe de cuentos tradicionales del Oriente Medio, que utiliza en estos la técnica del relato enmarcado. El núcleo de estas historias está formado por un antiguo libro persa llamado “Hazâr afsâna” («mil leyendas»). El compilador y traductor de estas historias folclóricas al árabe es, supuestamente, el cuentista Abu Abd-Allah Muhammad el-Gahshigar, que vivió en el siglo IX. Es decir, el esplendor del mundo árabe recogía una tolerancia hacia el sexo que, posteriormente, desapareció.


EL ORIGEN DEL CAMBIO DE MENTALIDAD
En el siglo XIX, la actitud hacia el sexo cambia. Las expansiones coloniales francesa e inglesa produjeron su lógica impronta cultural sobre las sociedades subyugadas. Durante ese período, ambas metrópolis, a la sazón muy conservadoras, impusieron sus valores. Lógicamente, impusieron representantes locales afines tanto en lo cultural como en lo económico. Por ello, estas élites impuestas evolucionaron a la vez que las metrópolis. Toda apertura en las costumbres metropolitanas se vio reflejada en las élites dominantes en las colonias. Sin embargo, los procesos de descolonización arrastraron a estos dirigentes que, generalmente, no eran más que pequeños grupos de privilegiados alejados del pueblo que deberían representar. Por ende, los movimientos descolonizadores identificaron a las élites como representantes de la corrupción tanto en lo económico como en las costumbres occidentalizadas. Esta identificación estaba plenamente justificada. Por ello, los movimientos insurgentes pretendían un regreso al momento de su mayor esplendor, coincidente con la Edad Media. Para Occidente, este momento histórico se asocia a ignorancia y obscurantismo. Para Oriente, es todo lo contrario.

RECUPERACIÓN DEL GLORIOSO PASADO
Este proceso de retorno a las “esencias” se ha acelerado a principios del siglo XX. Es más, el enquistamiento del conflicto israelo-palestino ha agotado la lucha desde los esquemas clásicos de la descolonización. Por ello, ha surgido otro modelo durante los años 70. Se trata del ascenso del integrismo que ha provocado la radicalización del discurso político. De este modo, la sexualidad se ha convertido en un arma de control del Estado y de la familia para las mujeres y los jóvenes.

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