En España, los Alcaldes tienen los instrumentos
necesarios para aumentar el sentimiento de inseguridad de los más débiles. Para
el urbanismo, a riesgo de no ser políticamente correcto, incluyo a las mujeres
dentro del colectivo de personas especialmente sensibles a este problema. Aceptando que la seguridad no es un dato exclusivamente
objetivo, utilizaremos un simple ejemplo. Allí, donde un hombre ve un pasaje
subterráneo bajo una carretera importante, una mujer ve un riesgo, un temor,
peor aún, un peligro.
Sin embargo, ¿cómo es posible que los nuevos
trabajos de urbanización del territorio continúen en el empecinamiento de
lograr espacios urbanos hostiles a las mujeres? La explicación proviene del
sistema seguido en la elaboración del proyecto.
La exposición pública de la maqueta final muestra
los trabajos futuros. En ese momento, ya no es posible efectuar ningún cambio
ya que cualquier modificación tiene un coste, casualmente, siempre al alza. El
error proviene del Ayuntamiento. Le corresponde a él seleccionar un adjudicatario
redactor del proyecto que incorpore la percepción femenina respecto los
trabajos que aumenten la percepción de seguridad en el género femenino. Por
supuesto, si esta variable se tiene en cuenta al inicio de la confección de los
trabajos, no hay motivo para exigir un sobrecoste económico final.
En el marco de las condiciones generales para
construir los nuevos espacios públicos, debería ser obligatorio evitar las
barreras visuales. La transparencia y la visibilidad de la ciudad hacen
disminuir el sentimiento de inseguridad para todos, no sólo para ellas. Un
ejemplo de esta transformación pudo verse en Madrid. La calle Preciados, una de
las más caras de la ciudad, vio modificado su aspecto para eliminar los enormes
jardineras y otros setos. Mayor superficie para los peatones en esa vía y más
facilidad para vigilarla. Dicho de otra manera, si los argumentos sobre la
seguridad de las mujeres no son suficientes, los motivos económicos deberían
obligar a una Alcaldía a cambiar sus puntos de vista.
En los barrios, Hay que evitar las construcciones,
plantaciones y mobiliario urbano que no permiten que las mujeres diseñen su
propio recorrido seguro. Una barrandilla de tubo es bastante menos útil para
los grafiteros y otros amigos de la oscuridad que un muro de hormigón. Por
ende, el barrio tendrá un aspecto más humano, menos agresivo si las rampas de
escalera no funcionan como embudos-trampa.
La polivalencia en las funciones del espacio público
es de una gran ayuda a la seguridad. La
pequeña tienda de comestibles es la mejor policía de proximidad. Garantiza la
vida del barrio a cualquier hora del día. Además, muchos de ellos, gestionados
por familias enteras, abren hasta bien tarde. Esto permite que la calle no esté desierta al
atardecer.
El alumbrado público adaptado es crucial. Los paneles
publicitarios son útiles si no obstruyen la visibilidad. Deben estar pegados a
los muros, nunca instalados a 90 grados. Son peligrosos no sólo por culpa del
viento sino que producen contrastes de luz muy poco securisantes.
Los árboles son muy importantes en verano para
proteger la ciudad de los rigores de la canícula. Ahora bien, en invierno, a
menudo, absorben la iluminación orientada hacia las calzadas.
El sentimiento de inseguridad decrece cuando las
mujeres saben que las camaras de videovigilancia urbana funcionan. Por
supuesto, estos aparatos deben estar correctamente señalizados.
En el terreno de la animación sociocultural, el
trabajo municipal es irremplazable. La ciudad debe fomentar el sentimiento de
pertenencia a un barrio, para poder “crear ciudad”. Cuando más familiar resulta
un lugar, mayor aumenta el sentimiento de seguridad. Es fundamental favorecer
los proyectos desarrollados por las asociaciones de los barrios y por los
mismos habitantes del barrio. Muchos pequeños
trabajos pueden favorecer a los parados de larga duración. La renovación de
fachadas no es sólo un trabajo de albañilería. Es una potente vacuna contra los
desajustes depresivos de los excluidos del mundo del trabajo. La recuperación
de su dignidad debe ser un objetivo municipal.
El civismo de los vecinos integrados en su barrio contribuirá a la limpieza de los
espacios públicos. Por supuesto, los servicios municipales deben responder a
esta lógica tanto con el mantenimiento como por la lucha contra los actos
incívicos (abandono de enseres en la vía pública, deposiciones caninas no
eliminadas,….)
El modelo de barrios residenciales totalmente cerrados
no es válido como solución generalizada. En estos núcleos cerrados, el
sentimiento de inseguridad disminuye con la instalación de infraestructuras
clásicas de seguridad costeadas por los mismos vecinos. (acceso privado, vigilancia
permanente durante las 24 horas,…) Desgraciadamente, este aumento de la
seguridad no alcanza a las mujeres que viven en barriadas de menor renta
económica o en zonas más inseguras. El sentimiento de inseguridad y el género
están íntimamente ligados. Forman parte del grupo de personas susceptibles de
sentir este miedo.
Es por eso que la Comisión Europea se ha
comprometido a integrar la dimensión del género en el conjunto de sus
políticas, como consecuencia de la aplicación del artículo 3 del Tratado que
resulta de la Plataforma de acción de Pekín. Ese artículo reclama a la Unión
que elimine no sólo las desigualdades, sino que promueva la igualdad entre hombres
y mujeres en todas sus acciones, así como la puesta en marcha del conjunto de
esas políticas. Este compromiso político global se debe desarrollar a través de
los compromisos políticos específicos, tales como, la Estategia de Lisboa y el
Pacto Europeo para la igualdad entre mujeres y hombres.
Por ahora, España no tiene ninguna ley cuyo objeto
consista en la integración estructural de la dimensión de género en el conjunto
de sus políticas definidas y llevadas a cabo a nivel español. Por lo tanto, se puede decir que los Alcaldes
quedan mandatos para esta política.
No hay comentarios:
Publicar un comentario