Hace 49 años, la ONU proclamó que el 21 de marzo
sería el Día
Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial. A pesar del
casi medio siglo transcurrido, España se incorporó bastante más tarde a este
combate. Formalmente, esto ocurrió tras la aprobación de nuestra Constitución
cuyo artículo 14 consagra la igualdad de todos los españoles, sin que pueda
prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión,
opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
Sin embargo, el camino de la igualdad
aún no ha llegado a su fin. Los viejos demonios del imaginario español
reaparecen regularmente. El extranjero, el judío, el gitano, el musulmán, o el
sin papel vuelven a ser los chivos expiatorios de todos los males y todas las
injusticias de esta sociedad que les golpea con más vehemencia.
Aprovechándose de la desesperación de una parte cada vez mayor de la ciudadanía,
en España como en el resto de Europa, la extrema derecha avanza. Su discurso
xenófobo se presenta reconfortante para una parte de la población. Además, la
aparente impunidad de las redes sociales permite una libertad de expresión que
se utiliza para divulgar discursos racistas, xenófobos y homófobos.
Sin embargo, la extrema derecha formal,
estructurada en partidos políticos, no es la única emisora de estos mensajes. El mar mediterráneo se ha convertido en el cementerio
de miles de emigrantes africanos. En Europa, se ha orquestrado una campaña “Mos
maiorum” de expulsiones de extranjeros vienen precedidas de redadas masivas
para legalizar detenciones arbitrarias. En varios países, los gitanos son
expulsados de sus chabolas, supuestamente porque roban. No es más que un
cálculo economicista a corto plazo. ¡Qué más da si los niños estaban
escolarizados y los padres en proceso de integración!
En España, cuando los gobernantes autonómicos
vomitan palabras estigmatizantes, los ciudadanos de sus comunidades se sienten
legitimados para practicar actos racistas de manera cotidiana. En el plano
nacional, es necesario recordar que las redadas masivas fueron aprobadas en la circular
1/2010 del 25 de enero, de la Comisaría General de Extranjería y Fronteras
de la policía nacional. Duramente criticado por los sindicatos
policiales, Alfredo Pérez Rubalcaba, a la sazón, ministro del ramo acudió a los medios de
comunicación para defender una mala interpretación de la misma. Sin embargo, no
la derogó. Los controles efectuados a aquellos que no tienen la tez blanca han
continuado. Los africanos y los latinos siguen siendo destinatarios de estas
actuaciones denigrantes.
El once de enero, millones de
ciudadanos europeos afirmamos nuestra solidaridad con el ideario de « Je
suis Charlie ». Hubo un
pronunciamiento masivo en contra del odio. Sin embargo, desde esta fecha, los
actos islamófobos han aumentado de manera importante. En Francia, en enero, este
incremento representó un 70% respecto de 2014. Los actos antisemitas se han
multiplicado por dos.
Por todo ello, hoy, 21 marzo, hay que
renovar nuestro compromiso de lucha contra toda forma de racismo en nuestra
sociedad. Es indudable que el racismo se alimenta sobre las desigualdades. El
objetivo debe ser la verdadera igualdad de derechos. La solución pasa por una
movilización de toda la ciudadanía en lucha contra los problemas sociales y
políticos que son los verdaderos generados de sufrimiento y desigualdad en España.
El ideal de nuestra Carta Magna sigue
siendo válido: Todos somos iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer
discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o
cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
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