El jueves 15 de Septiembre, Ana se apagó a las cinco de la
mañana, como consecuencia de su delicado estado de salud. El hospital me llamó
a las ocho de la mañana para que fuera para allá. No me gustó el tono y les
exigí una explicación. Les costó decírmelo por teléfono. No es el protocolo. Al
decirme que había fallecido, sentí que me fallaban las piernas y no sabía que
hacer. Cómo me lo dijeron frente a los tornos de salida de la estación de tren cercana a mi trabajo, salí como un
autómata para “ir a trabajar”. Tardé en reaccionar. Llamé a mi hermana Marie
quien me habló de la salud de mi padre. Imaginaros las emociones cuando tienes
que pedir paciencia para enterrar a alguien primero y saber que otro ser
querido espera su turno.
Omito los detalles más privados sobre el encuentro con
Ana…Es un dolor indescriptible….
Ese día, estuvo visible en la sala 2 del Tanatorio de
Colmenar Viejo, hasta las 23:30 horas de la noche, hora a la cual nos fuimos
todos a casa. Lo de dormir fue muy difícil. ¡Bendita química!
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