Ante el debate abierto sobre la crisis de algunos
barrios degradados que existen en nuestras ciudades, recurriré al ardid de
opinar sobre el problema en la casa del vecino, antes que la nuestra. Por eso, le
ha tocado a Francia que tiene su peculiar conflictividad vecinal.
En esta ocasión, abordaré un problema que conozco
de primera mano. En efecto, el 26 de marzo de 1991, se produjeron unos
importantes disturbios en Sartrouville, una ciudad próxima a París. Ese día, un
vigilante mató a un adolescente que acababa de robar una botella de whisky
en una cafetería. La barriada en la que
vivía este joven, la “cité des Indes”, se sublevó. Los altercados duraron varios días,
desbordando ampliamente los límites territoriales del barrio. Analizó la experiencia, Saadia Saali,
una joven que en su día estuvo fuertemente implicada en los conflictos. Actualmente, es la
responsable de un servicio municipal de
juventud de Pantin, otra ciudad muy próxima à Sartrouville, también de la periferia
de París. En su momento, comprendió que
el objetivo principal tenía que ser que el asesino fuera juzgado. Sin embargo, con un pequeño grupo de amigos,
convencieron a los amotinados para que el combate se librara de otro modo.
Pusieron en funcionamiento la Asociación Juvenil de Sartrouville (AJS) que
sirvió para pacificar las relaciones entre los jóvenes y la policía. Ante el miedo a los disturbios, todos los
sectores de la sociedad local apoyaron los esfuerzos de la AJS para poner en
marcha programas sociales, de apoyo
escolar, de alfabetización. Sin embargo,
cuando se logró la pacificación, la AJS ya no era necesaria políticamente.
Ya no servía como bombero. Bien al contrario, el Ayuntamiento inició su estrangulamiento. Como reacción, la AJS se presentó con una
lista propia a las siguientes elecciones municipales. Actualmente, la brecha
entre el barrio amotinado en su día y el Ayuntamiento persiste.
Otro ejemplo de mala gestión de la crisis se
planteó al año siguiente, en julio de 1992, en la provincia de Essonne. Casualmente,
el inicio de los conflictos vuelve a coincidir con otros “pequeños errores”
policiales. Ante el pánico generado en el Ministerio del Interior, el prefecto,
órgano equivalente a nuestro subdelegado del Gobierno, recibe la orden de
apagar los incendios a cualquier precio.
Valga este muestra de gestión
de la crisis. En el barrio de “Hautes-Mardelles », en Brunoy, los
lideres de los amotinados reciben una oferta de viajes vacacionales. Que duda
cabe que esa oferta es acepada. Por lo tanto, el mensaje es evidente. La
generación de jóvenes no violentos, con su discurso sobre la concordia y las asociaciones de militantes comprometidos
se ven desacreditados por los hechos; los más jóvenes obtienen muchos más éxitos
si provocan daños materiales. Es un
axioma sencillo de entender.