martes, 25 de junio de 2013

Modelo europeo de mercadillo de segunda mano

Nuestros vecinos europeos tienen una sana costumbre. Dan valor a lo antiguo. Por eso, existe un importante mercado de segunda mano en campos impensables de la actividad comercial española. Por ejemplo, en España, la ropa de segunda mano se considera un artículo propio de pobre. Algo que roza la mendicidad.

Tal argumentación tiene su explicación histórica. Nuestro país salió del estrangulamiento económico allá por 1958, bastante más tarde que los demás países que participaron en la Segunda Guerra Mundial.  Ellos, vencedores y vencidos, se acogieron al famoso Plan Marshall que, a partir de 1945, regó Europa de dólares americanos. Esta política fue el origen de la riqueza de la Europa del Oeste. Permitió crear un polo de riqueza que hacía palidecer los escasos éxitos de la Europa del Este.

Por su parte, el régimen existente en España practicaba una autarquía económica que demostraba la inutilidad de su política. Ni garantizaba la “grandeza” de España, ni permitía una vida digna de sus nacionales. 

Cuando prendió el desarrollismo en España, el régimen abrió sus puertas y permitió la emigración de millones de españoles ansiosos de una vida mejor. Fruto de esos años de hambre y miseria, la población española adoptó los hábitos típicos del “nuevo rico”. Nadie quería conservar nada de lo antiguo ya que se asemejaba a la miseria vivida.

En esa filosofía consumista, no cabían prácticas europeas centradas en dar valor a lo antiguo. Lo viejo era sinónimo de inútil.  Rompiendo con esa tendencia, están apareciendo en España tímidas experiencias de valorización de las propiedades no inmobiliarias. A nadie se le escapa que un país con un PIB decreciente y más de seis millones de parados no puede permitirse lujos. Por lo tanto, todo bien es susceptible de tener valor. Ropa, electrodomésticos, aparatos eléctricos, todo puede ser vendido.

Existen numerosas y solventes muestras de estos eventos en muchos países europeos tales como Francia, Bélgica, Luxemburgo, Reino Unido. Incluso en Canadá, existen las llamadas “venta de garajes” como resultado de la traducción de la denominación inglesa «garage sales».

En esa línea, destaca lo que en Francia se llama “vide-grenier”.  Traduciéndolo  literalmente como “vacía-desván”, consiste en una concentración ciudadana durante la cual los particulares exponen los objetos de los que quieren desprenderse. De esa manera, los visitantes, posibles compradores, pueden adquirir objetos de segunda mano.

Para armonizar el concepto europeo con la realidad española, lo llamaremos “modelo europeo de mercadillo de segunda mano”.  En Europa, se pueden desarrollar tanto en la vía pública como en pabellones polideportivos, salas polivalentes o cualquier espacio público, vigilado por la autoridad local. Incluso, para limitar el efecto llamada de los “pseudo-amateurs”, los municipios reservan el derecho de venta a los empadronados en ese término municipal. En la ciudad de Paris, se organizan limitando la venta para los empadronados del distrito.

Otras restricciones pueden ser también impuestas a los vendedores, a veces, llamados expositores. En algunos casos, los productos alimentarios sólo pueden ser vendidos por los organizadores. Se prohíbe expresamente la venta de animales vivos o de armas, etc.

Sin embargo, los bienes puestos en venta son muy diversos: ropa, libros, vajillas, juguetes, discos, muebles, etc.

Las ventajas de este sistema son varias. Los mercadillos de segunda mano pueden proporcionar un ingreso financiero apreciable y constituir un trabajo “encubierto" para aquellos particulares que participen en un número importante de eventos. Generalmente, son organizados por asociaciones culturales o vecinales que perciben un derecho de participación de los expositores. Para estas asociaciones, estos  ingresos no son despreciables, sobre todo, en zona rural.

El modelo europeo de mercadillo de segunda mano se diferencia de nuestro típico mercadillo por el sujeto vendedor. Aquí, el vendedor de mercadillo es un profesional que ejerce una actividad regulada fiscalmente. 

En Francia, el nombre de “vacia-desván” proviene de la ficción según la cual el vendedor expone bienes que guardaba en su desván. Sin embargo, en la región francesa de Normandía, se le da el nombre de feria ya que es una de las funciones que cualquier municipio rural efectuaba en su feria tradicional.

En España, esta actividad generaría un beneficio económico para varios actores.
El primero beneficiado sería el propio Ayuntamiento. Se devengaría una tasa por el aprovechamiento especial del dominio público. Tal ocupación se podría calcular bien por metros cuadrados de ocupación bien por metros lineales de acera.  Por otra parte, disminuiría el volumen de los residuos urbanos. Al dar valorar a algo que suele acabar en la basura, se crea un mercado alternativo sufragado a través del mercado. 
Como consecuencia de ello, todos los vecinos de un municipio verían disminuir el volumen de residuos con la correspondiente mengua del coste de recogida de residuos urbanos.
Además, los vecinos empadronados de un municipio o sólo en un distrito, al autoliquidar la tasa, facilitarían sus datos para que se produjera la previa comprobación policial. A los efectos de prevenir la receptación, la venta de objetos robados, esta comunicación previa permitiría el seguimiento policial.  Sin embargo, podrían lucrarse con la venta de enseres y bienes que, hoy, están fuera del mercado.
Por último, se dignificarían las ventas de bienes de aquellas personas, necesitados o no, que optasen por deshacerse de sus bienes. Vender bienes que no se usen no es sinónimo de miseria, sino de riqueza y cultura.

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